lunes, noviembre 3

"Me abrió las puertas de su casa, las de su corazón también. Yo necesitaba un hombro, una caricia, una gota de silencio para dejar correr mis sollozos. Él me dio todo eso. Y entre la confusión de la tormenta, las lágrimas envueltas en risas, mezcladas con el cansancio por haber dormido poco, hicieron que la herida pareciera menos profunda, llegué a ver, incluso, un lado cómico de todo aquello. Nos pusimos a bailar, descalzos, dando gritos de alegría, abrazados. Luego fue un beso, que supo a gloria, luego una mano en mi espalda y la otra en mi rostro. Probablemente lo amaba. Me aferraba a eso. Y está bien.. suele terminar así."

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